Sin embargo este progreso tiene que que ver con algo muy importante es la conducción de sus gobernantes, hoy esta a cargo de la "cuarta generación" y una de sus características que la mayoría de sus dirigentes (nueve) son ingenieros vinculados a la vida política de su país, existe una gran diferencia entre sus titulaciones académicas y las habituales entre los políticos occidentales, en los partidos políticos occidentales los dirigentes tienen formación académica normalmente quienes han cursado estudios de Derecho, también de Economía, y en otros casos Ciencias Políticas, diversas Humanidades etc. Pero si vemos a los máximos dirigentes chinos , presentan características bien diferentes a las de sus homólogos occidentales.
Frente a la opinión de los que dudan de que el Partido Comunista chino exista como tal dentro de ocho o diez años, la preparación para la toma del poder por la “quinta generación” hacia el 2012 demuestra que no se está dejando al azar tema tan futurible.
Ya han surgido varios de los futuros líderes de la "quinta generación", por ejemplo Xi Jinping, Li Keqiang o Bo Xilai, hombres en torno a 50-52, ya miembros del Comite Central, pero sin haber conseguido todavia su entrada en el Politburó "regular", ni mucho menos en el Comité Permanente del politburó
Posteriormente se planea su promoción siguiente a miembros titulares de dicho Comité Central, y existen posibilidades de que los líderes citados más destacados de la “quinta generación”, el 2012 puedan ser elevados a miembros suplentes del Politburó e incluso a miembros titulares.
Este articulo publicado hace 3 años toma nuevamente importancia para conocer a este gigante oriental
¿Debemos temer o imitar a los ingenieros de la China?
Por Alfredo Barrenechea
Leí esta semana un fascinante libro sobre los nuevos gobernantes de la China (China’s New Rulers, escrito por Andrew Nathan y Bruce Gilley).
Descubrí que los nueve miembros de la máxima instancia del Politburó eran ingenieros.
La pregunta de qué tiene que ver eso con el desarrollo chino, me llevó a leer otras cosas sobre China. Entre ellas, un documentado artículo de Eduardo Lora, ¿Debe la América Latina temerle a China? (El trimestre económico, No 287. México, julio-setiembre de 2005).
Desde 1978, cuando Deng lanzó las reformas económicas, China ha crecido a más de 9 por ciento por año. Para tener una comparación, desde entonces, América Latina como región creció sólo a 2.2 por ciento.
Dado que se trata del país más poblado del mundo (junto con India), el crecimiento chino habría causado al menos el 25 por ciento de todo el crecimiento económico mundial desde 1995.
A ese ritmo, en cuarenta años China volvería a ser la primera economía del planeta, condición que ya tenía antes de la revolución industrial. Hoy está en el sexto lugar. Hay estudios que indican, sin embargo, que, si se mide no en dólares, sino en poder de compra, ya China es la segunda economía mundial, y podría alcanzar el tamaño de Estados Unidos en poco más de un decenio.
La industria china creció 12 por ciento, por encima del crecimiento promedio de toda la economía china. Así, China se ha ido convirtiendo en la gran factoría del mundo. Ha pasado, de ser una economía enclaustrada en la época de Mao, a ser probablemente la economía más integrada con el mundo. La suma de sus exportaciones e importaciones es aproximadamente el 50 por ciento de su PBI, nivel que no alcanzan ni de lejos Estados Unidos, India o Brasil, para hablar de otros países-continentes.
La fuente del extraordinario crecimiento chino ha sido su mano de obra barata. En el resto de experiencias contemporáneas, este factor ha tenido un impacto breve, pero China tiene una situación insólita: dispone de una reserva de mano de obra casi interminable. Su población en edad de trabajar es de 894 millones de personas, y la presión de compra china podría mantenerse por 25 años más, en tanto unos 400 millones de personas puedan pasar del campo a la ciudad.
El 2002, el salario promedio en la industria china era 112 dólares, inferior al de muchos países latinoamericanos, pero muy superior a los 36 dólares que esos trabajadores chinos recibían en 1990.
Si bien el grueso de la exportación china se concentra en productos baratos, poco a poco China está convirtiéndose en el proveedor número uno de varios productos tecnológicos. China y Hong Kong combinados proporcionan ya más de la mitad de las cámaras digitales del mundo, más de un tercio de los DVD y computadoras personales, y un cuarto de los teléfonos celulares. Asimismo, China está gastando más del 1 por ciento en investigación, mientras que América Latina gasta entre 0.2 y 0.6 por ciento, con la excepción de Brasil, que casi iguala a China.
Curiosamente, el éxito ha traído en China desigualdad. De ser una de las economías más planas, igualitarias pero en el atraso, en China el índice Gini, que mide la desigualdad (donde 1 sería la desigualdad extrema y 0 la igualdad total), ha pasado de 0.35 en 1989 a 0.44 en el 2000.
China, ¿es una competencia o una ayuda para América Latina? Hasta ahora su crecimiento ha jalado a nuestra región. En su estudio, Lora señala que, quizá salvo México, o sectores como textiles, la similitud de exportación entre China y los países latinoamericanos es más bien baja.
¿Qué relación hay entre todo esto y el sistema político chino?
Este es una pirámide. En la base está el Congreso del Partido Comunista, compuesto de unas 2,000 personas. Al medio, en el comité central, 370. Arriba, en el Politburó, más de 20, y en el Politburó permanente sólo nueve personas, todos hombres.
Y todos ingenieros. El secretario general del Partido y Presidente chino, Hu Jintao, es un ingeniero hidráulico. El premier, Wen Jiabao, es geólogo. Luo Gan, encargado de todos los asuntos de seguridad, es un especialista en metalurgia.
¿Es esto lo que explica que, de todos los estudiantes universitarios, más de un tercio sean estudiantes de ingeniería? ¿O al revés, esa decisión nacional de aplicarse a la ingeniería, al desarrollo, es lo que ha llevado a ingenieros a la cima de la pirámide política?
Sea cual fuere la respuesta, indica que el éxito económico chino es una apuesta de largo plazo, como tal vez sólo el milenario imperio del centro podría implementar, una que confía en las grandes metas, en la planificación, esa idea que los latinoamericanos, para bien y para mal, hemos desterrado de nuestra cultura económica.