martes, octubre 17, 2006

ENCUESTA EN EL CUSCO


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Para no ser tan centralista, esta encuesta es del Cuzco y las cosas por alla tambien estan igual no hay mucho animo y ninguno se puede considerar seguro.
Estos dias de duelo hay retraso en algunos resultados, en Lima el jueves si que habran novedades para todos los gustos.
Solo quiero expresar mi profunfo pesar por el fallecimiento de Nuestro Presidente Valentin Panigua, su mayor ejemplo fue el manejo de austeridad y transparencia de los fondos publicos.
Que sea el ejemplo para los nuevos politicos que a partir del proximo año empezaran a gobernar tanto las regiones como los municipios.


Semblanza de hombre decente (El Comercio 17/10/06)

Valentín Paniagua Corazao fue un hombre decente. En ese término se conjugan su honestidad, su rectitud, su hombría de bien y tantos otros valores que lo catapultaron a la cumbre del respeto nacional.

Por Mario Pasco Cosmópolis,
abogado

Académico, abogado y político, destacó con singular brillo en todas sus actividades. Fue catedrático de Derecho Constitucional. Es famoso el episodio posterior al autogolpe del 5 de abril de 1992. Paniagua llegó puntual a su clase, cerró dramáticamente el ejemplar de la Constitución que llevaba consigo, y les espetó a sus alumnos: "El día de hoy no tengo nada para enseñarles".

Como abogado, era muy selectivo en la elección de sus clientes. Serlo era ya, de por sí, un timbre de orgullo, y sus ilustrados alegatos en las cortes, preñados de doctrina más que de legislación, eran acogidos con gran respeto por los magistrados judiciales.

Pero fue en lo político donde desarrolló más ampliamente sus potencialidades. Comenzó desde muy joven, como dirigente estudiantil en su Cusco natal. Afiliado a la democracia cristiana, fue el ministro de Justicia más joven de la historia del Perú.

Hombre de gestos, se afilió al partido Acción Popular como categórica y emblemática respuesta al golpe de estado que derrocó a Fernando Belaunde Terry en 1968.

Restituida la democracia en 1980, presidió la Cámara de Diputados y fue ministro de Educación durante al segundo gobierno de Belaunde.

En el año 2000 fue elegido congresista, paradójicamente con la votación individual menos copiosa, y allí se produce su encuentro definitivo con la historia.

Ungido por consenso multipartidario presidente del Congreso, ante el vacío de poder producido por la debacle del régimen fujimorista, asume por mandato constitucional la presidencia de la República, y allí revela de modo instantáneo sus dotes de estadista con la convocatoria al gabinete ministerial de Javier Pérez de Cuéllar y el elenco más distinguido que lo haya integrado desde que tenemos memoria.

Más allá de su talante circunspecto, su verbo cadencioso y sus modales formales, pone pronto de manifiesto un carácter que solo sus muy allegados le conocían. Dos situaciones bastan para demostrarlo, una pública y otra menos conocida.

La notoria fue la manera enérgica como puso en su sitio a un conductor de la televisión que había utilizado comentarios insidiosos, que pretendían arrojar sombras de duda sobre su integridad.

Menos divulgada es una sesión del Gabinete en que se discutía la eventual observación de un proyecto de ley. Después de intervenciones contrapuestas de los ministros, uno de ellos, creyendo llegado el monto de la decisión, propuso que se pasará a la votación.

--Usted disculpe, ministro --dijo Paniagua--. Ya los he escuchado. Ahora me toca decidir a mi. La observación de las leyes es prerrogativa presidencial, no ministerial.

Con ello demostró, por si alguien no lo conocía, su amplio dominio de la Constitución. Pero además y, sobre todo, el rescate oportuno de las prerrogativas del cargo, la firmeza de su carácter y la energía de sus decisiones.

Su partida priva al país de una de sus figuras más señeras y dignas del máximo respeto.

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