Carta de Gustavo Gorriti, director de IDL- Reporteros al
presidente Ollanta Humala
De la columna ‘Las Palabras’ publicada en la edición 2235 de
la revista ‘Caretas’.
Carta al presidente Humala
Don Ollanta Humala,
Presidente de la República
Señor presidente:
Una semana antes de que usted asumiera el poder, hace casi
un año, le escribí una carta como esta, con reflexiones sobre su entonces
reciente triunfo, sobre la promesa que abría y el deber que exigía una victoria
tan brillante cuanto inesperada.
Repasé la carta a la luz de lo que viene sucediendo en estos
meses y, sobre todo, en estos días; y pensé que quizá no esté fuera de lugar
escribirle para reflexionar sobre sus inesperados golpes de timón, señor
presidente, y sobre la extraña deriva de su gobierno.
Recuerdo que en los días más pugnaces de la segunda vuelta,
en una entrevista con Rosa María Palacios, Álvaro Vargas Llosa –que había
venido a Lima a reforzar su campaña, y se ganó en consecuencia el aullante
vituperio de esa derecha deshonesta e histérica–, le apostó a una medio
incrédula Rosa María (y lo digo de memoria), que esa misma gente iba a estar
haciendo cola para el besamanos del 28 de julio.
Álvaro no solo acertó sino se quedó corto. Lo de besamanos
fue un pálido eufemismo. Digamos que si hubiéramos corrido una cortina sobre
Palacio por algunos meses y la descorriéramos ahora, ¿qué encontraríamos? A los
que estuvieron en el mitin de Keiko, a su lado, señor presidente; y a gran
parte de quienes estuvieron en el mitin de la Plaza 2 de mayo, en el lado
opuesto.
¿Es esa la naturaleza de la política y de la vida? No
necesariamente. Es verdad que la política y el arte de gobierno es saber
manejar realidades sociales complejas de manera eficiente. Usted no tenía
experiencia de gobierno; pero era y es pragmático, había aprendido en sus años
como militar a desenvolverse de la mejor manera posible en la realidad que le
entregaban.
Claro que usted tuvo un equipo interesante de colaboradores,
dirigidos por Siomi Lerner, durante los primeros meses de su gestión. Pero hubo
evidentes diferencias de aproximación y estilo a la tarea de gobierno. Siomi y
la gente cercana a él partían, en los hechos, de la premisa de que el camino al
orden es el diálogo.
Usted, por lo contrario, obviamente piensa que el orden es
el camino al diálogo; y aborrece la indisciplina, la falta de líneas claras de
mando y obediencia.
Esa diferencia fundamental deshizo en pocos meses de gobierno
la relación de años de camaradería de campaña con todo un grupo de gente muy
cercana (empezando por el propio Siomi), que fueron paulatinamente reemplazados
por tecnócratas y políticos que se sienten de lo más satisfechos con ese tipo
de administración predicada en la búsqueda de orden y la disciplina.
Y así, como quien no quiere la cosa, la misma gente que lo
denostó y demonizó hasta hace 10 meses, ahora funge de intérprete de su
pensamiento y reclama con fingida indignación que se reprima y encarcele, como
‘agitadores’ y hasta ‘golpistas’, a aquellos cuyas opiniones y acciones usted
apoyó hasta el momento mismo de jurar la presidencia.
SUS actuales portavoces oficiosos (porque los oficiales son
algo más púdicos), propalan que esos ollantistas de ayer reprimidos por el
Ollanta de hoy, han olvidado que todo lo que el programa de la ‘Gran
Transformación’ logró fue el 31% de los votos, y que la victoria fue obtenida
gracias a la ‘Hoja de Ruta’, sobre cuya ambigua cartografía hablan ahora como
si tuvieran los derechos de autor.
Ahí no solo están los que apoyaron histéricamente al
fujimorismo el 2011 sino los que lo hicieron en los 90 y el dos mil. No todos,
pero sí muchos. Tan conocidos que no parece necesario ordenarlos en una base de
datos, ¿verdad?
Nadie dijo que gobernar fuera fácil, señor presidente. De hecho
es duro y puede hacerse trágico.
Usted, por ejemplo, se ha forzado a pagar, un precio muy
alto en lo personal. Está enfrentado políticamente con su padre y su madre; y
ha encerrado en la Base Naval a su hermano Antauro. No tengo la menor duda de
que todo ello debe haber sido doloroso; y que usted no solo trató de afirmar su
autoridad, sino mostrar la determinación de ejecutar las medidas más duras si
lo estima necesario.
Y si sigue así, las medidas tendrán que hacerse
crecientemente duras. Las geishas de ayer lo azuzarán, señor presidente, con
parecidos argumentos a los que utilizaron contra la oposición democrática el
año dos mil: acusándola de ser subversiva y golpista.
Pero el endurecimiento represivo, sobre todo si junto con lo
brutal es bruto y venal, no va a solucionar nada. En corto o mediano plazo,
empeorará las cosas.
El orden es necesario, y hace usted bien en subrayar su
importancia. Pero el orden del Estado debe ser justo, preciso, proporcional y,
sobre todo, imparcial.
¿Qué tiene de justo o siquiera legal, señor presidente, que
en el caso de Espinar, por ejemplo, la Policía mantenga a los detenidos dentro
de las instalaciones de la compañía minera, que la comisaría funcione también
dentro de ella? ¿Qué aparezcan ‘bombas molotov’ cada vez que se quiere detener
a alguien o impedir, por ejemplo, el vuelo de don Isaac a Cajamarca?
Es que ese tipo de prestidigitación, que no produce conejos
sino molotovs, solo es posible cuando se tiene como jefe de la Policía y como
jefe de operaciones policiales, a dos oficiales cuyo mayor mérito es su
coartada ridícula en el caso de las Brujas de Cachiche.
Usted no ha cumplido todavía un año de gobierno, señor
presidente, y creo que está a tiempo de corregir errores y distorsiones. Ha
hecho muchas cosas bien; y si rectifica el rumbo en pocos pero cruciales
aspectos, puede terminar logrando un buen gobierno.
¿Qué hacer? Empezar por comprender que usted no ganó la
segunda vuelta porque la ‘Hoja de Ruta’ hubiera tranquilizado o sedado a la
Confiep, a los fujimoristas, a los pepekás y a esa gente.
Usted ganó gracias al Juramento por la Democracia. Eso
galvanizó a quienes luchamos contra Montesinos y Fujimori, lo convirtió a usted
en el líder de las fuerzas democráticas contra el retorno de la dictadura y le
dio, junto con la presidencia, la misión de perfeccionar y profundizar la
Democracia.
ESE es su mandato fundamental, señor presidente. Actúe en
consecuencia, que no es todavía tarde.
Tome, o retome ese papel, y la gobernabilidad democrática
funcionará mucho mejor que el frágil orden que puede lograr una Policía
parcializada, con jueces y fiscales que violan el debido proceso.
No encarcele a la gente por hacer lo que usted como
candidato les pidió que hagan. Explíqueles, razone con ellos y actúe, cuando
haya que hacerlo, con imparcialidad y con verdad.
Pese a que su hermano Antauro defiende una repudiable
ideología racista, creo que usted sabe que es un abuso tenerlo preso en la Base
Naval. Lo peor es que es una admisión de miedo e impotencia, no de autoridad.
¿Admite el Estado peruano ser impotente como para controlar una prisión civil
de alta o mediana seguridad? Corrija el abuso y exija una mínima competencia al
INPE.
No persiga a la protesta que no sea violenta. Aunque sea una
necedad pedir ahora la vacancia presidencial, eso no es un delito. Si lo fuera,
¿cuánta gente que pidió la vacancia de Toledo en su momento (y podemos hacer
memoria) no debería estar presa?
Luche contra la corrupción. De a verdad, con fuerza. Pocas
cosas confieren mayor legitimidad que eso. Pocas son más necesarias.
Usted fue elegido para ser el abanderado de la democracia y
no de la plutocracia, señor presidente. Está a tiempo de ajustar el rumbo.
Ojalá lo haga. Su éxito será el de nosotros todos.
fuente:
http://idl-reporteros.pe/2012/06/07/columna-de-reporteros-82/
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