Falleció Alejandro Romualdo cuyos restos mortales del poeta son velados en las instalaciones del Centro Cultural San Marcos (La Casona), ubicado en la avenida Nicolás de Piérola 1222.
Romualdo nació en Trujillo en 1926 y perteneció a la llamada Generación del 50. En 1949 ganó el Premio Nacional de Poesía.
Sin embargo como siempre ocurre en el país a los grandes hombres tardamos en reconocer su obra, acá unas declaraciones de otro gran escritor arequipeño sobre la muerte del poeta.
Declaraciones del escritor Oswaldo Reynoso ante la muerte de su colega y amigo: "Él es el gran poeta peruano del siglo XX. Ha escrito poemas de amor y compromiso social extraordinarios... Es un ejemplo para todos los escritores del Perú, porque fue consecuente con su ideología, con su poesía y con su vida".
"apenado y furioso por cómo el país oficial trata a los poetas que verdaderamente hacen el Perú"
"Es una vergüenza lo que ha pasado con nuestro querido Romualdo: lo han dejado morir. Le pidieron una pensión y pusieron muchos obstáculos, pero para dar pensión a los jaraneros y a los que tocan cajón, ahí mismo (se las dan). Siempre en el Perú se olvida a los poetas y escritores contestatarios, a los que no están detrás del poder. Mire usted a tantos zánganos mediocres que viven del Estado y de cuya obra no quedará después de su muerte ningún solo minuto. Lo de Romualdo quedará para siempre",
La lista de los poetas olvidados por el Perú oficial es larga. Ahí están Francisco Bendezú y Martín Adán, muertos en la pobreza. También Vallejo, tuberculoso en París y sin ganas de regresar a un país que le dio la espalda. La generación de los '50 quedará siempre en sus obras, porque el tiempo, parafraseando tal vez a Borges, es el antologista más justo.
Dos poemas para recordar
SI ME QUITARAN TOTALMENTE TODO
Si me quitaran totalmente todo
si, por ejemplo, me quitaran el saludo
de los pájaros, o los buenos días
del sol sobre la tierra,
me quedaría aún una palabra.
Aún me quedaría una palabra
donde apoyar la voz.
Si me quitaran las palabras,
o la lengua,
hablaría con el corazón
en la mano,
o con las manos en el corazón.
Si me quitaran una pierna
bailaría en un pie.
Si me quitaran un ojo
lloraría en un ojo.
Si me quitaran un brazo
me quedaría el otro,
para saludar a mis hermanos,
para sembrar los surcos de la tierra,
para escribir todas las playas del mundo,
con tu nombre, amor mío.
CANTO CORAL A TÚPAC AMARU, QUE ES LA LIBERTAD
Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto
Micaela Bastidas
Lo harán volar
con dinamita. En masa,
lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes
le llenarán de pólvora la boca
Lo volarán:
¡y no podrán matarlo!
Lo pondrán de cabeza. Arrancarán
sus deseos, sus dientes y sus gritos,
Lo patearán a toda furia. Luego
lo sangrarán
¡y no podrán matarlo!
Coronarán con sangre su cabeza;
sus pómulos, con golpes. Y con clavos
sus costillas. Le harán morder el polvo
Lo golpearán:
¡y no podrán matarlo!
Le sacarán los sueños y los ojos
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán. Y a golpes de matanza
lo clavarán:
¡y no podrán matarlo!
Lo podrán en el centro de la plaza,
boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros. A la mala
tirarán:
¡y no podrán matarlo!
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Querrán descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Al tercer día de los sufrimientos,
cuando se crea todo consumado,
gritando ¡libertad! sobre la tierra,
ha de volver.
Y no podrán matarlo.
Desde este espacio libre un homenaje al legado de un poeta comprometido con el Perú, y como dijo Pedro Vilcapaza, antes morir:
Llaqtamasiykuna, kay inti rayku, ñoqa hina wañuyta yachaychi
"Por este Sol, aprended a morir como yo".
1 comentario:
Sobre la infancia
La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas,
de polvo las rodillas y los ojos nos cubre
dulcemente. La infancia nos llena las manos
de globos y limosnas; la boca de pitos y azucenas
y nos cobre las espaldas con con sus plumas de cigüeña.
En la infancia son monarcas los ratones y los dientes.
¡Oh la infancia, la hora blanca del reloj,
el tierno silabario, el bonete de los ángeles y el duende!
Uno se siente nuevo, herido por un corcho,
muerto heroicamente sobre un caballo de madera:
amo mi infancia, mi corazón en pantalones cortos.
(de La torre de los alucinados)
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